Nuevo golpe de Estado en Burkina Faso a ritmo de banderas rusas

El pasado sábado a Paul-Henri Sandaogo Damiba se le atragantó la cena. A esa hora parte de los militares que dieron el golpe de Estado que le aupó al poder en enero se volvieron en su contra, dieron un meta-golpe de Estado y le quitaron del medio. Él se resistió, pero días poco más de 24 horas después capituló y se marchó a Togo en el exilio.

La imagen es la misma: militares en televisión anunciando el golpe, solo que las caras son distintas. El líder ahora es Ibrahim Traoré, quien explicó meridianamente qué les ha llevado a actuar así: «las aventuras políticas» de Damiba.

La realidad es que hay mucho de geopolítica detrás: Damiba era reacio a cambiar parte de la seguridad del país hacia Rusia, deseosa de entrar con el Grupo Wagner como en Mali y otros países africanos, y cada vez se asemejaba más al régimen de Compaoré, al cual dio la bienvenida al país a pesar de estar condenado por el asesinato de Thomas Sankara. De hecho, Traoré salió en televisión nacional a decir que Francia le estaba dando cobijo en una base militar desde la que planeaba lanzar un contraataque. El Elíseo lo negó pero la gente empezó a atacar edificios franceses como la embajada y el Instituto Francés con banderas rusas en mano.

Traoré esgrimió también que los problemas de seguridad yihadista no se habían solucionado, que el pueblo pasaba hambre y que la junta que lidera es capaz de acortar el proceso de transición a un gobierno civil. De momento, promesas. Los hechos son que con este son ya nueve golpes de Estado exitosos en la historia de Burkina Faso, país líder en ellos.

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