Autora: Alba Guirao
El 27 de octubre de 2022 el presidente de Egipto Abdel Fattah el-Sisi volvía a tocar la puerta del Fondo Monetario Internacional (FMI): el ex militar pedía el tercer rescate financiero para su país. En esta ocasión, el FMI ha inyectado tres mil millones de dólares en la economía egipcia que convierten la tierra de faraones en el segundo mayor prestatario de la institución tras Argentina. El país también ha recibido fondos en el último año de otras instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y los países del Golfo, haciendo que su deuda externa aumentara de $40 mil millones en 2012 a casi $155 mil millones en 2022.
La economía egipcia ha estado luchando contra las ramificaciones de la pandemia de COVID-19 y las consecuencias de la guerra Rusia-Ucrania. Este nuevo acuerdo tiene como objetivo ayudar al gobierno egipcio a estabilizar su economía y aumentar el gasto social. A cambio, el FMI exige que Egipto implemente varias reformas económicas. Entre estas se incluye la adopción de un tipo de cambio flexible, la reducción de la inflación, disminuir la tasa de deuda pública respecto al PIB, y el fomento del sector privado, reduciendo su dependencia de las importaciones —y divisa extranjera— a la vez que se reduce la huella del estado. Sin embargo, es dudoso que el nuevo acuerdo pueda salvar mágicamente al país y resolver sus problemas crónicos, y es que la economía de Egipto más bien parece otra de sus espectaculares ruinas.
Como consecuencia de haber dejado fluctuar la libra según la ley de la oferta y la demanda, esta perdió la mitad de su valor durante el año pasado y ha sido una de las monedas de peor desempeño del mundo en el último año frente al dólar. Su precio supera ya las 30 libras egipcias —EGP— por dólar estadounidense —USD— por primera vez en la historia del país. Casi la mitad de los ingresos del Estado se destinan al servicio de sus deudas, que ascienden al 90% del PIB, en lugar de necesarios proyectos de salud, educación y economía —el Antiguo Reino se sitúa en el lugar 97 de 191 naciones en el Índice de Desarrollo Humano—. La inflación alcanzó en enero de 2023 el 25,8%, pero las cifras oficiales no se han mantenido al día con el declive económico del país.
Egipto y el FMI: una historia de deuda y crisis
En noviembre de 2016, el FMI aprobó el primer préstamo de 12 mil millones de dólares a petición del gobierno egipcio. Entonces el país se encontraba en un contexto de inestabilidad persistente, con ataques terroristas en el Sinaí, un turismo en horas bajas y el cierre de fábricas debido a la escasez de energía. El préstamo pretendía ayudar a Egipto a restaurar la estabilidad y confianza de los inversores, promover el crecimiento y la competitividad del sector privado, reducir la inflación junto al déficit presupuestario y la deuda pública, y crear empleos mientras se protegía a los grupos vulnerables. Idílico.
Los fondos se depositaron, pero no hubo un control de cómo se gastaría el dinero. El FMI indicó acciones generales que se debían aplicar, pero falló en especificarlas. Por ejemplo, en su informe aconseja ‘revisar las exenciones fiscales y otros gastos fiscales; y seguir recortando los gastos no prioritarios’, sin referirse a ninguno. Por otro lado, el consejero ejecutivo de la República, Hazem Beblawi, emitió una declaración en la cual se comprometía a hacer todo lo que se le pedía y a ‘colaborar según sea necesario’.
El programa de reforma tuvo un buen comienzo: se pasó a un tipo de cambio flexible —la libra se devaluó un 48% frente al dólar estadounidense—, desapareció el mercado paralelo de divisas donde acudían aquellos que necesitaban dólares que el Banco Central de Egipto —CBE–no tenía, se eliminaron los subsidios a la gasolina, gas natural y electricidad, y se crearon impuestos como el IVA general del 14%. El mismo día, Lagarde felicitó a Egipto por el éxito de su “ambicioso” programa. Sin embargo, ninguno de los objetivos inicialmente marcados se cumplió. La inversión no llegó; la tasa oficial de pobreza aumentó del 27,8% en 2015 al 29,7% en 2022; el sector privado siguió contrayéndose y el empleo cayó, especialmente para las mujeres, quienes pasaron de participar en la economía en un 23 % en 2016 al 15 % en 2020. Nadie puede hablar con certeza sobre la forma en que gastaron los 12.000 millones de dólares.
En 2019, el Covid-19 se cobró un alto precio en la economía egipcia, y el gobierno volvió a acudir al FMI para un préstamo adicional de $5,2 mil millones. El programa se enfocaría en abordar las necesidades inmediatas de la pandemia, pero una vez más, el FMI no estipuló proyectos específicos en los que se gastaría el dinero. El turismo y la industria colapsaron, con una pérdida estimada de 900.000 turistas y 143 millones de dólares solamente en febrero de 2020. El turismo contribuye un 12% al PIB del país y emplea el 10% de su población. El gobierno gastó 150 mil millones EGP –9,5 mil millones USD— para apoyar los sectores del turismo, la industria y la agricultura, ofreciendo ayuda a través de préstamos a bajo interés –8%— a empresas y trabajadores. Sisi lanzó un paquete adicional de estímulo para el sector sanitario de 109,6 mil millones EGP –7 mil millones USD— para la compra de vacunas, medicamentos y alimentos, y tratamiento gratuito a los pacientes. La presión sobre las reservas de divisas de Egipto estaba al límite.
Egipto recurrió nuevamente al FMI en 2022 tras el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania. En el contexto de crisis en las reservas de divisas y el aumento vertiginoso de los precios de los alimentos y la energía, la guerra ha tenido un impacto devastador en Egipto. Este es uno de los principales importadores de trigo del mundo —en 2021/22, importó 12,26 millones de toneladas métricas de trigo; un 4,2% de las importaciones mundiales— y depende de las dos naciones para la mayor parte de su suministro de trigo, además de un tercio de sus turistas. La guerra está reduciendo el comercio a través del Canal de Suez y una de su fuente principal de divisas, así como el empleo mundial y la recepción de remesas. Esta vez, sin embargo, se estipuló que el préstamo se desembolsaría en varios tramos según su cumplimiento.
Las fuerzas militares: el verdadero origen del mal en la economía egipcia
La expansión bajo Al-Sisi de empresas de propiedad militar ha desplazado al sector privado y la inversión extranjera. Estas entidades operan en gran parte sin supervisión y fuera del presupuesto oficial del Estado. El gobierno declara que el ejército controla solo entre el 1,5% y el 2% de la producción, aunque su verdadero alcance se estima mucho mayor.
El imperio del ejército ahora incluye de todo: gasolineras, producción de invernaderos, aparatos médicos, agua mineral, aceitunas, gimnasios, piscifactorías, fábricas de automóviles o complejos hoteleros, entre otros. Ah, y también han comprado grandes participaciones de los medios de comunicación de Egipto. El ejército posee el 51% de la empresa que está construyendo la Nueva Capital Administrativa —NAC— de $ 45 mil millones a 75 km al este de El Cairo. Otra empresa de propiedad militar opera la planta de cemento más grande de Egipto, que mediante un exceso de oferta ha aniquilado a las empresas privadas. Industria tras industria excluye o ahuyenta a los competidores, disuadiendo la inversión privada. Ninguna empresa común puede competir con un equipo que no paga impuestos ni aranceles aduaneros y que puede llevar a sus rivales a la cárcel.
Blanco y en botella
Para la población egipcia, la competencia enfermiza que ofrece el ejército significa un crecimiento más lento, precios más altos y menos oportunidades. Los fabricantes egipcios dependen en gran medida de los bienes importados, cuyos costos han aumentado significativamente debido a la inflación global y a la ahora mucho más débil libra. Debido a la guerra de Ucrania, alimentos como el pollo y los huevos han duplicado su precio en un año y las familias egipcias han tenido que abandonar un artículo básico tras otro.
En vez de canalizar el dinero prestado a proyectos de producción que puedan generar ingresos, Al-Sisi se ha centrado en proyectos de infraestructura de los que se duda su utilidad real como carreteras, puentes, nuevas ciudades o proyectos ferroviarios masivos como la línea monorraíl más larga del mundo que conectará la Nueva Capital Administrativa con Cairo, con un total del 98,5 km, además de construirse, por lo menos, 3 palacios y 10 residencias presidenciales, y comprarse otros 5 aviones por cuenta del Estado.
Finalmente, para combatir la inflación, el Banco Central de Egipto ha elevado significativamente las tasas de interés.Esto hace que el coste de los préstamos para los posibles inversionistas sea exorbitante y que los consumidores no cuenten con liquidez para comprar, perjudicando aún más a las empresas locales.
Qué le depara el futuro a Egipto
Egipto se encuentra de nuevo con una economía muy débil y un problema de deuda aún más grande. La introducción del tipo de cambio flexible para reducir la inflación y consolidar las deudas del país, está exacerbando los problemas de la mayoría de los 104 millones de habitantes de Egipto, con un estimado de 60 millones de personas que viven por debajo o justo por encima de la línea de pobreza.
Las predicciones internacionales esperan que el impacto económico de la guerra en Ucrania se sienta durante muchos años, alargando el sufrimiento para decenas de millones de egipcios que ya tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas.
Los economistas esperan un rechazo por parte de las instituciones estatales, especialmente el ejército, de algunas de las políticas impuestas por el FMI como la privatización de empresas y otros activos pertenecientes a la Autoridad del Canal de Suez. Las fuerzas armadas son hostiles a la venta de cualquier activo estatal, por no hablar de los propios. La experiencia pasada sugiere que el gobierno explotará cada laguna contractual para retrasar la implementación de las disposiciones del acuerdo con el FMI.
Según la agencia de calificación Moody’s y el nuevo informe del FMI, Egipto es una de las cinco economías con mayor riesgo de incumplimiento de pago de su deuda externa.
No obstante, el miedo al colapso del país más poblado de Medio Oriente y el tercero de África, y un aliado clave de los países de occidente en medio de zonas de gran inestabilidad, explica por qué seguramente Egipto seguirá yendo de deuda en deuda.
Alba Guirao es traductora e intérprete de inglés y chino. Trabajó como asesora comercial para la Oficina Económica y Comercial de El Cairo en Egipto, donde vive desde hace dos años. Sus áreas de especialización son el desarrollo económico y la competitividad e innovación empresarial.